viernes, 5 de febrero de 2010

Vigésimo quinto hombre de mi vida en Madrid.

Chocolate, Capuccino y montañas de nata. La lluvia intermitente tras los ventanales y mi "Mecani" y yo, embobadas viendo llover. En la mesa una gran variedad de la prensa del día: El País, El Mundo y, por supuesto, El Economista que para algo somos periodistas en ciernes con conocimientos varios y superficiales en el ámbito económico :)
Cuando la lluvia parecía haber cesado (al menos un poco) decidimos ir a por nuestra cena que, por el hecho de ser fuera de la residencia, prometía bastante. Tras dos minutos escasos en el metro, la Calle Preciados y más concretamente el Salad&Co. fue nuestro destino. Comimos como gordasindecentesquequierenapuntarseal"quemacalorías" porque todo estaba muy bueno. Tras perder la sesión de todos los cines habidos y por haber en Callao, nos dirigimos hacia nuestra amada Méndez Alvaro (amada porque la mayoría de las veces estar allí significa que viajarás a casa, aunque en esta ocasión no fue así).
Una vez allí, comprobé lo mucho que odio ir por calles oscuras y solitarias así que marqué el número de Carol por si acaso "teníamos algún percance". "Mecani" se reía de mi ocurrencia, mientras las dos imáginabamos como gemiría si dicho "percance" llegase a ocurrir. Al fin en el cine, toda este serie de ideas surrealistas que pasaban por nuestra mente desaparecieron. Nuestra "elección" fue Up in the air y digo "elección" porque era la única a la que llegábamos (menos tarde).
La película no me hizo especial ilusión aunque he de confesar que G. Clooney es un tipo encantador. Un hombre muy real, como diría nuestra Mel. Debido a que ni "Mecani" ni yo somos críticas de cine, me limitaré a decir que a mi no me entusiasmó pero a "Mecani" le gustó bastante e, incluso, le pareció filosófica. Allá cada uno con sus gustos.
Salir del cine fue una odisea: Méndez Alvaro cerrado, el metro parecía inexistente, el cercanías descansando y mi Mel y yo, dos almas indefensas en medio de la noche, eso sí acompañadas por Santi al teléfono.
Al fin encontramos el metro y con él, al vigésimo quinto amor de mi vida desde que estamos en Madrid. No hay mucho que decir de él: inglés, moreno, alto, ojos azules y con destino "Vallecas". Como todos los amores de mi vida, llegó y se fue.

Platónico como siempre.

P.D: Los derechos de autor del título se reservan a "Mecani".

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